PLOT #52

Tres obras de MOARQS, Tacuarí, Caseros y Donado, fueron ampliamente publicadas en el #52 de la revista PLOT con un hermoso texto de presentación de Francesc Planas Penades y fotografías de Javier Agustin Rojas. ISSN 1853-1997. Se puede adquirir aquí.

 

MOARQS

Por Francesc Planas Penades

“Nos interesa el modo en que el mundo que nos rodea puede describirse en términos de convenciones y de fenómenos físicos. Las tipologías proporcionan imágenes familiares que pueden provocar determinadas respuestas emocionales colectivas. Las unidades materiales, más topológicas, crean cierto tipo de atmósfera que puede desencadenar una reacción casi fisiológica.”

Adam Caruso. “The feeling of things. Escritos de arquitectura.” Ediciones Polígrafa, 2008

 

Si se analiza la obra construida y las propuestas para concursos del estudio, no es difícil dilucidar cuáles son los vectores que de manera general y persistente, pero también de manera permeable y flexible a programas y realidades contextuales particulares, atraviesan la propuesta de MOARQS. Programa y tipología, material y técnica, oficio y academia. Y como propuesta resultante, principal, a mi entender y por interés propio, cierta sobriedad expresiva y continencia formal, resultado de una relación directa, que no literal ni unidireccional, entre materia, tipología, técnica constructiva y forma. Las propuestas del estudio se “piensan construyéndose”; el resultado formal, su opción estética, deriva de la elección consciente de un material, de un componente constructivo y/o un tipo estructural que durante un proceso de articulación y alteración construyen y contienen un espacio, fijan su métrica y definen un límite que le otorga propiedades físicas y sensoriales concretas. No hay aparentes apriorismos formales desligados de una concreción material verosímil; sí que podrían discutirse algunas voluntades previas, vinculadas a ciertas connotaciones fenomenológicas asociadas a determinados usos de la técnica o a ciertas alteraciones tipológicas, derivadas de su interacción con el contexto inmediato. Este proceso se aprecia de forma muy clara en las obras domésticas de pequeña escala, las micro-arquitecturas y en algunos detalles recurrentes, dónde esta relación es más directa e inmediata, pero también se traslada a las propuestas para concursos de equipamientos y edificios de viviendas y oficinas de mayor escala y complejidad.

Sirva como ejemplo la propuesta para el galpón de Caseros de 2018, cuyos lineamentos generales podrían adivinarse ya en la propuesta del estudio para el centro de actividades del concurso Hitos Ecuménicos de 2011. Se trata de un edificio industrial, en un contexto urbano de imaginario fuertemente fabril. Una pieza de infraestructura resuelta como se resuelven este tipo de construcciones, si nos atenemos a criterios tipológicos y económicos: un contenedor, un gran espacio indiferenciado, longitudinal, definido por una estructura de pórticos de gran luz seriados de perfiles normalizados. Un cerramiento ligero, de chapa ondulada galvanizada pre-pintada con una capa interior de aislación térmica de lana de roca y foil de polipropileno blanco, a modo de terminación interior y barrera de vapor. Un pequeño núcleo de servicios y entrepiso para oficinas se ubica sobre la medianera de mampostería existente, liberando así el resto del espacio. Rematando el volumen, una cubierta a dos aguas de poca pendiente, cuya cumbrera se levanta para generar una claraboya lineal que garantiza una iluminación difusa y constante. No encontramos sobre-elaboración en los detalles, ni dimensionamientos estructurales forzados, ni materialidades ajenas a las esperadas. La dificultad estriba en la inserción de una tipología, cuya naturaleza presupone la continuidad sin fin de la dimensión longitudinal del volumen, en una parcela concreta, atípica, triangular y en esquina, dentro de una trama urbana consolidada. Es en este punto donde se activan una serie de mecanismos de manipulación para tratar de trascender la naturaleza abstracta del tipo: por un lado, el volumen se recuesta sobre uno de los lindes largos de la parcela y al llegar a la esquina, en vez de terminar en un testero plano, gira mediante la inserción de tres medios pórticos, que a modo de girola, tomando todo el ancho de la ochava y adaptándose a su geometría, cierra el volumen interior; por otro, uno de los planos verticales resultantes, alineado con el otro linde largo de la parcela, se prolonga, liberándose del volumen propiamente interior y, cerrando el patio restante, potenciando su naturaleza de recinto y extendiendo la intervención a la totalidad de la parcela. La continuidad resultante se enfatiza mediante el uso del mismo material con el que se cierra el galpón, chapa prepintada negra, y da sentido a la voluntad monomaterial de la intervención. De esta manera, la propuesta consigue construir y articular un espacio interior y otro exterior dentro de un mismo volumen, generando continuidad, partiendo de una tipología adaptada pero perfectamente legible, y resuelve a su vez, la impronta urbana de la intervención, potenciando la ochava como foco desde el que se construye y entiende el proyecto, pero también desde el que se desarma el volumen total, en una seriación de profundidades y de planos horizontales que enriquecen su percepción desde la calle.

Otro proyecto casi contemporáneo al anterior, y que también encara un fuerte compromiso con el contexto urbano donde se inserta, es la propuesta para la rehabilitación y la ampliación de una típica casa-chorizo de la década del 20, ubicada en la calle Tacuarí del barrio de Barracas de la ciudad de Buenos Aires. En esta propuesta se recurre también a la construcción en seco y a la chapa pre-pintada negra como recurso expresivo. Pero en este caso, esta solución no es fruto de las necesidades racionales y económicas intrínsecas a una tipología dada, sino a la expresa voluntad de diferenciar con claridad las operaciones que concretan la ampliación nueva de aquéllas que resuelven la rehabilitación de la casona original. Se potencia así la dicotomía nuevo – construcción seca / preexistencia – construcción húmeda, estableciendo claramente los límites físicos y simbólicos de una y de la otra. Las operaciones sobre la casa prexistente buscan potenciar las cualidades constructivas y espaciales de la tipología de casa de rentas, sin caer en mimetismos históricos ni en celos conservacionistas. Se recupera aquello esencial, aquellos valores y proporciones espaciales derivados de la métrica original y que permiten la supervivencia de la tipología gracias a su posible adaptación a las nuevas realidades domésticas. Se mantienen también aquellos elementos constructivos representativos más relevantes, como revestimientos, pisos, yeserías, carpinterías, detalles de herrería, columnas de patio y galería…y se decide consolidar la fachada, pero sin abordar una restauración integral, asumiendo el valor de las texturas, de la superposición de revoques y de las trazas de vegetación vieja que el tiempo fue depositando en su superficie y que definen el paisaje simbólico del barrio. Esta actitud sensible es la que decide retrasar el volumen de la ampliación, ubicado en la planta primera, respecto de la línea de fachada y orientarlo perpendicularmente a ésta para reducir su presencia desde la calle, buscando al mismo tiempo la mejor orientación para las estancias que contiene. El nuevo volumen, por lo tanto, busca maximizar su condición abstracta, su independencia respecto de la planta baja, que pasa a actuar como un casi-basamento. Este nuevo objeto, ajeno en principio, por tipo y material, a lo más propio del imaginario al uso en este tipo de contextos, establece un diálogo con otro tipo de paisaje, menos evidente, pero riquísimo y más característico del tejido urbano en el que se inserta: el de las azoteas, el de la cota +4.50, y todos los objetos que se depositan en ella, tanques, barandas, trazas de medianeras, irregularidades urbanísticas, vegetaciones buscadas, espontáneas y demás heterogeneidades construidas o imaginadas. La tecnología de la construcción en seco, análoga a la utilizada en Caseros, se desarrolla en este caso en otro orden de detalle y atención, en aras de alinearse con la voluntad de abstracción requerida y por la propia naturaleza doméstica y de pequeña escala del encargo. Un volumen resuelto con steel-frame, sobre losa nueva tipo Steel-deck, con sus correspondientes capas de aislación térmica y barreras de vapor, y la chapa prepintada negra como terminación exterior. Destaca la resolución de la fachada norte, con un primer grosor técnico que incorpora la posibilidad de esconder las carpinterías corredizas en su interior y unos postigos ciegos resueltos con la misma chapa; cerrados, buscan quedar enrasados al filo exterior de la fachada, mientras que al abrirse a 90º se ajustan también al filo exterior de un alero lineal de 80 cm que recorre toda la dimensión longitudinal de la pieza. Este sistema de postigos y alero genera un nuevo volumen intermedio semi-abierto, cuyo fin es proteger la fachada de la incidencia de la orientación nor-noroeste, pero que al mismo tiempo produce un ritmo de luz y sombra pautado, modulado, que subraya la condición abstracta del volumen, e introduce una noción que se aborda en la mayoría de las propuestas del estudio: la consideración de la fachada como un mecanismo con “espesor” que trasciende su propia dimensión métrica, para incorporar aleros, galerías, brise-soleils, espacios intermedios o simplemente definir la posición de la carpintería. Estos mecanismos terminan modulando y ritmando la expresión de la fachada, y no siempre en consonancia con el módulo estructural principal. Desde el pabellón Hillrichsen, dónde se ubican las carpinterías en el intradós o extradós de la fachada de hormigón, para poder albergar la cortina donde corresponde según su orientación, hasta el edificio Astilleros, dónde unos parasoles verticales orientables y unos espacios semicubiertos se alternan, siguiendo el módulo de estructura y de composición de planta, para generar un potente ritmo a tresbolillo.

En esta línea, la última obra del estudio, un edificio de vivienda colectiva de PB y cuatro pisos, en un lote de frente 8,66 m del barrio de Saavedra de la ciudad de Buenos Aires, presenta una fachada a la calle pautada mediante la inserción de unos balcones estrechos que se proyectan hacia el interior, uno por cada unidad de vivienda, y dispuestos de manera alternada por planta. Estos elementos funcionan como contrapunto a los paños vidriados de grandes dimensiones, casi coplanarias a la línea municipal, que cierran el resto de la pieza. En este caso, el ritmo se desentiende de la estructura, que se proyecta inserta en las medianeras y cerramientos de los ambientes, y también de cualquier dimensión modular reconocible más allá de la división entre unidades por planta. Parece obedecer, sin embargo, a la expresa voluntad de enfatizar las propiedades duales fenomenológicas del material vidrio: como sólido opaco, capaz de reflejar aquello que acontece a su alrededor y/o como lámina que permite la máxima continuidad visual entre interior y exterior. Así, la sensación desde el interior de los departamentos, cuya distribución en franjas paralelas a la fachada busca liberarla de usos secundarios, es la de estar habitando un exterior, desde el cuál, paradójicamente, se sale a un interior: el balcón negativo. A ello contribuyen, evidentemente, las dimensiones de la superficie vidriada de piso a techo, la minimización de los marcos de aluminio y la ausencia de baranda o antepecho, pero también la neutralidad de la paleta de materiales usada para resolver los interiores. Desde la calle el efecto se invierte, y la fachada se convierte en una amalgama de reflejos y sombras muy dinámica. No es de menester que el efecto será el opuesto cuando cambien las condiciones de luz exteriores e interiores. Los plegados de aluminio que doblan las partes opacas de las fachadas, más allá de garantizar una mayor aislación, protección y de garantizar orden visual, contribuyen también a potenciar el efecto debido a las propiedades casi reflejantes de su superficie.

Este trabajo sobre las propiedades sensoriales de los materiales, más allá de las mecánicas, la asociación de éstos con técnicas de puesta en obra pertinentes y el conocimiento de los tipos y sus grados de variabilidad permiten trazar vectores que atraviesan la casi totalidad de los proyectos del estudio. El ladrillo, cuyo sistema de aparejo define el muro apilastrado portante y pesado de la casa La Paz se convierte en tamiz y delicada capa de protección del sistema de muro compuesto de las fachadas de las oficinas CCDH; el hormigón que conforma los elementos prefabricados de la celosía – edificio, etérea en su masividad, para el memorial Salta 2141 permite plantear el potente patio-estructura de la casa Lamas, o la compleja caja-artefacto del pabellón Hinrichsen; la madera, conformadora de cierta tectónica de paneles en la casas Meliquina o en la propuesta para Ochoquebradas, vuelve a su concepción más abstracta de entramado en el desarrollo de una escalera. Y podríamos seguir.

La matriz material es acotada: ladrillo, hormigón, madera y conformados industriales en algunas de sus obras. Las técnicas constructivas asociadas a ésta son variadas, no siempre ortodoxas, pero si coherentes e inteligibles. La concreción es precisa, definida, pero alejada de todo ensimismamiento y virtuosismo. Todo ello coloca a MOARQS en su lugar, sin apelar a reduccionismos geográficos, y en su tiempo, entendiéndolo como continuum a-histórico. Define una propuesta madura pero capaz de expresar dudas, una agenda clara pero no cerrada. Y creo que es en esa ambigüedad, sólo en apariencia tan alejada del pretendido rigor y claridad propuesta en su obra, donde reside la fortaleza y el seguro crecimiento de ésta. Desde el oficio y la serenidad…o desde la serenidad del oficio.